miércoles, 31 de diciembre de 2014

FIL de una época.

Me tardé demasiado en escribir sobre la FIL. I, espero que no sea demasiado tarde.
Desde que compramos los boletos, sentí que esa fecha perfilaba el fin de una época.
Nuestra vida el año pasado era otra, en todos los sentidos.
Guadalajara venía a recordarnos que éramos distintas, ahora paradas sobre arenas más firmes.
Una mentira que se convertía en verdad y esta vez las certezas no existían.
Nos hicimos muchas preguntas por las noches.
Las certezas son pasajeras, de un año a otro éramos otras personas, pero nos gustaron los mismos libros.
Saludamos y quisimos estar con la misma gente.
Prendimos la tele una sola vez.
Compramos libros que podíamos encontrar cualquier día en el D.F.
Una ciudad se acota por unos días, un lugar para encontrarse con los que viven a la vuelta de la esquina. Para bailar con esos a los que no hemos llamado en meses.
Días sin horarios, son sábados permanentes para caminar por calles desconocidas.
Y constatar que no sé leer mapas, el camino era a la izquierda.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Cosas que ocurren en la FIL

Minutos que se convierten en medias horas de espera.
Esperar en el hotel, en el restaurante, en los taxis, en el trayecto.

Otros acentos.
Otra forma de nombrar el mundo, otra pronunciación de lo que parece lo mismo pero no lo es.

Descubrir a Genaro García, el historiador y el abogado, en un desayuno del Fiesta Americana.
            Emocionarme por la genealogía de M.
            Emocionarme por las casualidades entre su tatarabuelo y la calle en la que vivía mi abuelo.

Generación espontánea de sentimientos.
Estar y no estar. Reconocer la música y bailar. Dejar de bailar y observar. No querer estar ahí pero sí estar. Dicotomías estúpidas de no quiero ir pero iré.

Caminatas en calles solitarias sólo para descubrir que en Guadalajara no hay grillos en la noche. Compartir la caminata con M., usando el Google maps como brújula.
            Encontrar una nopalera, una vía del tren y una fábrica de cerveza.

El agotamiento sin sentido.
Salir de la rutina es cansado, el cuerpo está acostumbrado a los horarios fijos.

Caminar por la FIL y descubrir que todos los caminos llevan siempre a un único stand.
Sentir que es como el año pasado y tratar de encontrar las diferencias. Descubrir que los baños siguen estando en el mismo sitio.
Los mismos vendedores del año pasado en los mismos stands que tienen categoría de favorito.

Aire acondicionado. Calor. Aire acondicionado y calor.

Miradas de reconocimiento, miradas de rechazo, miradas de complicidad.
No es necesario comprar todos los libros que parecen indispensables porque no lo son, sólo parecen.

Escuchar al menos una vez en toda la estancia el sonido del tren que anuncia su paso.

Tomar de más y que te pregunten: ¿ya estás borracha?
Tener cruda moral por el simple recuerdo de la pregunta.

Enumerar cajeros automáticos.
Usar todas las aplicaciones y descubrir que funcionan en provincia.

Preguntarse todo el tiempo por cosas que no llevan a ninguna parte.
Recordar la infancia, hablar de viejos recuerdos que nos han contado.

Estar feliz, estar triste, estar feliz, estar triste.
Hablar de cosas que usualmente nunca hablaría. Hacer recapitulaciones.

Descubrir una arruga en la frente que se ha marcado para siempre.
            Verme al espejo y saber que he cambiado. Soy y no soy.

Empacar de nuevo y reflexionar sobre lo que no era necesario comprar.
El inmenso deseo de volver a casa. Pensar que está esa casa esperando y sentir alivio.

Usar el chat de Filísimas y festejar un año de diálogo entre A. y M.
            Cambiar la fotografía, enviar mensajes y reír mucho.




martes, 2 de diciembre de 2014

diario de un solo

Pasar el día suponiendo que dejé la estufa prendida.
Y pensar en las consecuencias.
Abrir la puerta y creer que encontraré cenizas.
Olvidar si cerré las puertas con llave.
Las ventanas por si llueve.
Elegir comida, ver cómo se descompone.
Nota mental: no volver a comprar tortillas.
El ensayo y el error.
Regresar de noche sin saludar a nadie.
Dormir en medio de la cama.
Perder los calcetines por la noche.
Despertar cada madrugada.
Repetir ropa sucia.
Nota mental: comprar un perchero y un plato grande.
Volver a casa y que no maúlle un gato.
Cerrar la puerta con todas sus llaves.
Saber que así será el futuro.
Conectar un cable, hacer un corto circuito.
Nota mental: no acercarme a los enchufes.

martes, 25 de noviembre de 2014

A veces pienso que tengo más preguntas para Google que para que una persona cercana.
Preguntar por ejemplo:
¿Cómo se convierte un video de mpg a mpg-4?
¿En dónde queda Guangzhou?
¿En qué año nació Han Bennink?
Platicar de lo inmediato por Whatts App:
Típico sol de invierno.
¿Ya viste Birdman?
¿En dónde vas a comer hoy?
¿Qué hiciste el sábado?
y por el Messenger del Facebook:
¿Ya viste este video?
Un gato juega con una hoja de papel.
Un gato porta una cámara y graba todo lo que encuentra en su jardín.
Un gato no deja pasar a un perro por la puerta.
Un gato salta a la pierna de su dueño y toma leche de una mamila.
Odiar el timeline del Twitter y eso que son personas que yo he elegido seguir.
¿Por qué hay veces que el timeline es tan aburrido y lugar común?
Odio los tweets de buenos días, buenas noches.
Odio el día internacional de.
Odio las frases célebres.
Odio en un día como hoy pero de.
Odio los tweets de personas que se esfuerzan mucho en tweets “poéticos” tweets “relevantes”.
Al menos paso media hora entre el Facebook y el Twitter sólo para concluir que la mejor red es el Pinterest.
Más contemplación menos información.
Y prefiero la parte de fantasear:
¿Podría poner esto en mi cocina?
¿Si pinto las patas de las sillas de mi comedor, se verían así?
¿Esos zapatos los podré comprar por internet?
¿Si cambio de lugar la alfombra se podría ver mejor la sala?
¿Si cuelgo los cuadros de esa manera se verá más luz?
Y si mejor me pongo a escribir algo relevante en lugar de perder mi tiempo con tanta tontería.
Y si mejor… ¿busco música nueva en soundcloud?
Dieta básica para estar enfrente de la computadora: una quesadilla y una copa de vino tinto.
Ordenar las cosas para ir a trabajar.
Lavar trastes sucios.
¿Será demasiado si pego una franja de gatos en el refrigerador?
¿Nada más así porque se verá bonito?
Tener completa libertad en pegar cosas en el boiler ¿será muy cursi?
¿Estoy saturando la cocina con pegatinas?
Cambiar de lugar un florero.
Cambiar, acomodar, dejar las cosas en orden, otro orden.

Abrir la ventana y ver pasar los carros sobre Cuba.
A veces es mejor no hacer nada, dejar de preguntar y ver lo que pasa afuera.

martes, 11 de noviembre de 2014

Prefiero morderme las uñas de la mano derecha. 
Prefiero no escribir mails desde el teléfono.
Papel para lo que no quiero volver a leer.
Prefiero que nadie lea cuando escribo, prefiero escribir.
Prefiero sentarme a la orilla en las salas de cine.
Palomitas si voy con más de tres personas. 
Prefiero pagar con tarjeta, nunca saber cuánto me queda. 
Prefiero tomar el té tibio. 
Prefiero que nadie me vea cuando cocino. 
Prefiero que llueva mientras duermo.
Prefiero los zapatos de piso.
Prefiero que me queden grandes.
Prefiero leer los libros de Anthony Browne en librerías.
Prefiero escribir los lunes y leer los domingos.
Prefiero hacerlo en silencio.
Prefiero a la gente con ojeras.
Prefiero los planes improvisados.
Prefiero no escribir en pasado.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Prefiero los lunes para estar triste; el abrigo gris que el saco negro.
              Las postales que los separadores, las libretas que los libros.
Prefiero los cortometrajes y las playlist con título.
              Esta taza para el té, esta cuchara para el azúcar.
Prefiero la lavanda que la mejorana.
              A veces sólo el silencio y el rumor. A veces nada.
Prefiero a Pavlova y su inexpresivo rostro de amistad.
              Su caminata sin prisa, sus ojos verdes, su ronroneo.

Prefiero los besos de mi marido, la mirada cómplice y mi anillo de lapislázuli.
              Los nombres secretos, una mano sobre otra, un dedo en la nariz.
Prefiero el centro histórico, su olor, sus ruidos, su inseguridad.
              La metáfora de su historia, de su traza original y su conquista.
Prefiero el inglés en mis audífonos y el español en la escritura.
              I hear you walking en el vacío de mi corazón.
Prefiero las palabras, una por una, escribirlas como pitonisas de lo que viene.
              Protagonistas de deseos, una construcción que no tiene espacio físico.
Prefiero escribir cuando todo parece no tener remedio.
              ¿Cómo se ataca algo que no tiene rostro? ¿qué es el mal?

lunes, 3 de noviembre de 2014

Una amiga me regaló una libreta roja, el objetivo: convertirla en un inventario de azares. En muchos relatos de Auster, casi todos vinculados con lo fortuito, aparece un cuaderno rojo (a veces azul). En 1996 el mismo autor publicó un libro titulado así, El cuaderno rojo, se trataba de un compendio de anécdotas vinculadas con el azar. Situaciones que no debían darse, gente que supondríamos no podría conocerse, coincidencias y encuentros fortuitos. La improbable se vuelve realidad, de ahí el asombro. Por alguna razón, creemos que el orden de los eventos está dado y cualquier imprevisto o vínculo no supuesto debe impactarnos.
Siempre me he sentido un “imán de azares”, una víctima constante de las casualidades. Escribir en  mi propio cuaderno/Moleskine rojo(a) suponía un trabajo sencillo.
Empecé:
Inventario de coincidencias, fragmento. (aleatorio)

Caminamos por Lisboa, los dos volvimos a México. Después, nos hemos encontrado tres veces, siempre en el mismo lugar.

Lo vi en un Golf blanco cerca de mi casa, placas de Jalisco. Era compañero de clases de mi ex novio, lo odiaba. Se hizo mi novio.

Escribió una novela sin conocerme. El personaje tenía mi nombre, mi signo, mi pelo y no sonreía en las fotos.  Era yo, sin querer.

La coincidencia parecía inadmisible, la lejanía contrapuesta a una absurda cercanía. Sigue siendo mi anécdota favorita.

Conocí al que probablemente sea el único AnnArboriano en el D.F. Fuimos a la comida china y descubrimos que estudiamos en el mismo kínder (en México).

No supe cuáles eran los suficientemente sorprendentes para incluirlas, cuáles habían sido casualidades reales y cuáles decidí narrar como tales. Quizás hay algo emocionante en pensar que nos cruzamos en el ritmo aleatorio del cosmos, que hay eventos que nos atraviesan por accidente, y se repiten, para recordarnos que el caos es el orden.

Mi cuaderno rojo tiene pocas muy páginas escritas. 

lunes, 27 de octubre de 2014

Nací por casualidad en el puerto de Acapulco.
Mis padres son del Distrito Federal. 
En 1984 vivían en Acapulco porque daban clases, preparaban a profesores de preparatoria. Mis padres creían en la revolución. Pensaron que contribuían al país mudándose a un estado que sigue siendo de los más pobres de México: Guerrero.
Yo sólo viví un año en Acapulco, el primero de mi vida. El clima me enfermaba. Mis padres regresaron a la ciudad. Toda mi vida, hasta este año, he vivido en el sur de la ciudad.
Hace poco cambié mi domicilio.
Me metí a la página del INE y programé una cita. Todo estaba saturado, sólo había cita después de dos meses, en la oficina de Santa María la Ribera.
En una colonia que vio crecer a mi abuelo, y que yo nunca sentí cercana.
Pasó el tiempo y llegó el día de la cita.
Fui a mi cita con todos los documentos: acta de nacimiento, pasaporte, comprobante de domicilio.
Me formé en la fila especial de los que hacen citas y me atendió un hombre, como de mi edad.
Le di todos mis papeles y le fui respondiendo todas sus preguntas. 
Nombre, domicilio, profesión.
Una vez que terminó de capturar todo, me dijo que él también había nacido en Acapulco.
Pero que lo más curioso era que su tía, que trabajaba en el registro civil del puerto, me había registrado y me mostró el nombre de ella en mi acta de nacimiento.
Un nombre que ha estado en mi acta de nacimiento y que nunca había leído. Que ha estado ahí en todo lo que hace mi vida oficial: primaria, secundaria, preparatoria, universidad, sat, pasaporte, matrimonio. Todos los sitios en donde hay que presentar un acta de nacimiento. El nombre de la jueza que llenó por primera vez un documento oficial de mi existencia, tuvo sentido en ese momento porque él dijo: ella es mi tía.
Cuántas personas tienen que hacer oficial nuestra existencia y cuántos nombres se inscriben en los bordes de nuestra vida… Todo para concluir que dos personas de la misma familia en dos tiempos y dos espacios diferentes han estado ahí para dar fe de que vivo, de que se presenta una niña de cabello castaño, de que presento un comprobante de domicilio y un pasaporte. De que me llamo Idalia Sautto Flores.
Salí de esa cita muy perturbada. El mundo nos ha enseñado a no asombrarnos de las casualidades, a tomarlo como curiosidades, como elementos sorpresas.
Algo del puerto de Acapulco, de un remoto pasado se removió en mi interior.
Tenía ganas de vomitar.
Pasaron los dos meses y regresé por mi identificación oficial.
De cinco personas que entregan documentos, me volvió a atender el mismo hombre. 
Nos vimos a los ojos, nos reconocimos. 
No se volvió a tocar el tema de la casualidad.




viernes, 10 de octubre de 2014



Ezra's Interlude. Chromeo
Interludio para no duplicar errores

Son of Sam. Elliott Smith
Venía en un disco del 2004, nunca supe cómo se llamaba, I me lo dijo la semana pasada.

Needy Girl. Chromeo
Las llamadas que se perdieron.

This Must be the Place (Naive Melody).Talking Heads
La escuché en un soundtrack y sentí que no la había dejado de escuchar.

The Start Of Something. Voxtrot
Ganas de bailar en sábado, los Smiths rejuvenecen.
Voxtrot se desintegró.

The Sun Also Sets. Ryan Adams
Ryan Adams golpeó a alguien que le gritó "Bryan Adams" en un concierto.
Ryan y Bryan cumplen años el mismo día.

Perfect Miracle. Spiritualized
Podría escucharla en loop eterno.
 "My mind is a mess and I change my address"

Unplayed Piano. Damien Rice & Lisa Hannigan





The Doors. People are strange
Me gusta comer panditas de colores porque pienso que eso evitará que tenga problemas en las rodillas por correr sobre pavimento.


Buffalo Springfield. For what it’s worth.
Nostalgias adquiridas de no sé dónde.
 Supongo que hay algún tipo de nostalgia que no se transmite por los padres, ni abuelos, ni amigos. Se trata de una generación espontánea de nostalgia directamente del corazón de la web. Como años expulsados del sentir de una generación que no le tocó a nuestros padres, ni a nuestra cultura y, de pronto, ahí está, formando parte de la vida cotidiana. Una nostalgia intrusa.

Crash Test Dummies. Mmmm
Esta canción es un referente obligado a mi hermana menor.
Cantaba con tanta emoción esta canción…
La cantaba como una explicación de ella misma.
Y hacía cara de resignación cuando comenzaba el coro.
Escucho esta rola y no sé por qué, junto a Isolda, viene ese pasado que nunca fue rosa, un pasado con aristas filosas pero en donde nos acompañábamos en nuestras debilidades, como si nos abrazáramos en una canción que nos tapaba los oídos a una realidad.

Bush. Swallowed
 Somos una generación que tiene que regresar constantemente al origen de una sensibilidad musical. Cuando escucho Bush pienso que no iba por mal camino. En algo estaba bien cuando era una niña precoz, y arriesgada y tonta, estaba escuchando la música que hoy en día no me avergüenza decir que escuchaba y que puedo volver a ella sin cansarme, sin decir, qué asco cómo podía hacer eso.

Weezer. My name is Jonas
Cuando tenía 10 años mi tío E. tenía 20 años.
Esuchaba un disco con unos chicos viendo a la cámara de frente y un fondo muy azul.
Tocaba en su bajo My name is Jonas.
Me emocionaba escuchar el bajo y el disco compacto en las bocinas.
Era mi héroe.
Después crecimos y dejó de ser mi héroe.
Pero Weezer me sigue causando una emoción muy primaria, que trae el olor de la alfombra roja del cuarto de mi abuelo.

The Beatles, When I'm Sixty-four
El año pasado compré esta canción en iTunes. 
La puse muy temprano a todo volumen el día que A. cumplió 64 años.
Desde entonces el random la trae con frecuencia.
¿Seguiremos teniendo un Valentine?

Beck, Deadweight
Trabajo en una oficina.
Me encantaría estar escribiendo desde un camastro.
Y que mientras hago mis cosas de oficina pase una persona disfrazada de batería a mi lado.

Nancy Sinatra, Bang, bang
A veces
simplemente
bang bang.




viernes, 3 de octubre de 2014

Me costó un par de semanas volver del todo.
Por fin pude dormir una noche completa, estoy de vuelta.
Dentro del sueño de esa noche no estuve segura de qué cosas habían pasado. No supe si en ese sueño pasó algo digno de arrepentimiento.
Todo el día tuve miedo a confundir mis recuerdos, olvidarme.

martes, 23 de septiembre de 2014

Soñé con una pared que era como una arena movediza.
Tenía la textura de la arena falsa que venden en el MoMA.
La gente quería atravesarla para saber qué había del otro lado, pero yo no la atravesaba. 
Me daba miedo.
Desperté en mi casa, en mi cama. 
Todo era demasiado blanco.
Pavlova a mi lado también dormía.
Pensé en esos residuos que se quedan en el inconsciente. 
Esa escena del viaje que podría ser la más trivial como estar en una tienda y tocar la arena artificial, tocarla como se toca un llavero o se toca una postal que no se va a comprar, de un momento a otro, resulta que está en la memoria, en lo más hondo, ahí, siendo un significante.
¿Qué será lo que me da miedo de ese otro lado?

viernes, 19 de septiembre de 2014

Vuelo AM400

7:30 A.M. 
Howard Beach
Ellos van a trabajar, yo aterrizo.
¿A dónde van?

Central Park

Dos desconocidos que se encuentran. Beben una cerveza Corona.
Un concierto sold-out, un soundcheck gratis.

Bowling Brooklyn

Las arenas movedizas. 
Se juega sin zapatos.
Las drogas se contagian. 

Coney Island

Rusia en el camino.
Pescadores de muelle: la comida del día.
Empapados de melancolía.

53 st.  5 av.
Desayuno: compras.
Hablar en español.
La personalidad de la lengua madre

Dumbo
Caballos atrapados en una vitrina 
El aire helado, cargado de despedidas
Un lunes desarticulado

Union St. 
Joe Brainard, el miedo al olvido
El olvido
sin palabras

Galveston

El fin de una época

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Puntos de encuentro


W 57 st. 8 av.
Me gusta que una ciudad se divida en este y oeste.

W 16 st. 9 av.
La vida sería más sencilla si sólo existiera el este y el oeste.

W 18 st. 6 av.
Si hubiera una quinta avenida que decide qué se queda de un lado y qué de otro.

W 53 st. 6 av.
Soñar despierta.

Broadway.
Desear estar en otra parte.

Bedford. Brooklyn.
Que la vida fueran los referentes con los que crecí viendo series estadounidenses.

Coney Island.
Ese post office me gusta.

Union Square.
Esa salida del metro.
Ese olor a lavanda en un mercado.

E 23 st.  5 av.
Ese contenedor de agua en la azotea de un rascacielos también me gusta.
Ese vaso con dibujo de gatitos.

W 57 st. 8 av.

Ese restaurante japonés.
Esta bolsa con forma de libreta.
Este té chai de calabaza.
Esta compañía.
Este soundtrack random tipo Eric Clapton.
Este dulce de regalis.
El tiempo haciéndose pequeño.
La gente en bicicleta yendo hacia alguna parte.
Edificios estáticos.
Vacaciones.



martes, 9 de septiembre de 2014


Había una vez una mentira.

Después una promesa

y al final una boda.

Solíamos caminar por el Soho
hacer compras en Chelsea
comer sushi en Brooklyn.


Lejos de Manhattan
aún seguimos siendo
dos personas diferentes
que se aman como personajes de Woody Allen
y que interpretan sus sueños
                                ahí
                                alguien lastima un pájaro
                                alguien aprieta la mandíbula al dormir.

Había una vez una mentira que se hizo verdad.

Después una promesa

y al final una separación.

Solíamos dormir en el trayecto
trazar rutas sin rumbo
y buscar un artista sin nombre.

Todavía somos personajes
desenfocados y un poco borrosos
pero al final tomando el mismo vuelo
como aves migratorias que comienzan un nuevo ciclo
y aunque no queramos tenemos que interpretar nuevas verdades
[y otras mentiras por decir].